"Hablé contigo ayer, verdad" le dijo Ana, dándose cuenta que había sido una de las matronas del famoso partido de tenis que nos tocó vivir la noche anterior, pero Pilar como sino fuera con ella ya había tomado el papel de la máquina y analizaba el test basal con impaciencia. Miró el papel una y otra vez, lo plegaba y lo desplegaba, en un movimiento compulsivo que iba más allá de lo normal, lo volvió a mirar y a desplegar para volver a plegarlo, parecía que buscaba algo que no conseguía ver y que parecía no gustarle, de vez en cuando nos lanzaba una pregunta sobre lo sucedido anoche, las preguntas eran como saetas que había que contestar con brevedad y exactitud, ciertamente, habría valido para dirigir un interrogatorio, cuando respondíamos a una pregunta se hacía el silencio en la habitación, y nada nos decía si la respuesta había sido correcta o incorrecta, hasta que nos volvía a lanzar la siguiente pregunta, y una vez contestada, volvía a mirar y mirar las líneas que grababa el aparato, que apenas había avanzado unos pocos centímetros, y volvía a desplegar y plegar los papeles con el mismo tic de gesto.
Dejó los papeles plegados debajo del aparato, para que los aguantara con su leve peso y comprobó que los cintos estuvieran bien puestos, los movió para un lado y para otro, y se marchó como había entrado, cual demonio de Tasmania, dejando un rastro de torbellino en su estela. La puerta se cerró bruscamente por su corriente generada, Ana y yo nos miramos como intentando encontrarle sentido a lo que había sucedido, pero era difícil, el único hecho claro es que teníamos nueva matrona, y que parecía toda una mujer de armas tomar. Apenas habrían pasado unos minutos cuando volvió a entrar, se abría la puerta y a los dos segundos ya estaba en medio de la habitación, parecía que tenía un don sobrenatural, y ya estaba de nuevo mirando los papeles, plegando y desplegándolos con su estilo personal, el monitor seguía pitando, y Pilar miraba los papeles cruzando la cara con un gesto de poca aprobación, mientras sus manos volvían a plegar y desplegar la tira de papel. Cruce con Ana una mirada impresionado de nuevo por la escena y el silencio que se generaba y para cuando me quise dar cuenta ya no estaba, había vuelto a desaparecer a la velocidad del rayo.
Era patente que algo no marchaba bien, pero nadie parecía decir nada, June seguía estática o con poco movimiento, no hacía falta ser matrona para entender ya aquellas líneas y los números que marcaban, y aquella máquina era la que nos aportaba tranquilidad, se movería poco, pero estaba allí, de vez en cuando brincando un poco para recordarnos que no nos teníamos que preocupar.