June no se duerme, parece que necesita cariño, se quiere dejar mimar, su madre la acurruca contra su pecho fuertemente, dándole calor y cariño a paladas iguales, mientras, June parece que apaga poco a poco sus ojos. Su madre bosteza fruto del cansancio, no son horas de vagar por el salón, pero sí son horas de infante. Cuando parece que casi está dormida, con cariño la quiere dejar sobre el sofá, pero su cuerpo se ha percatado de la jugada y su llanto comienza, es un llanto triste, como afónico, casi lastimero que obliga a recuperar la posición inicial.
Comienza de nuevo el baile que todo lo acuna, mientras June parece que ha despertado y se deja acompañar de palabras sin sentido, de un idioma raro, pero no desconocido. La madre comienza a desesperar, de la victoria a la derrota se pasa en un segundo, la cambia de brazos y hasta yo intervengo en la escena, por un momento parece que se calma, pero cuando está así, no entiende mas que de los brazos de madre, parece que son los únicos que la calman. El llanto pedigüeño continúa, pero poco a poco va decayendo al contacto materno. Su madre la mira, y observa entre la oscuridad remachada de luz que comienza a inundar los ventanales los dos ojos abiertos, y bien abiertos, de June, dos faros que anuncian un "ya no me dormiré".
Las ganas de seguir durmiendo de la madre son grandes, las de su hija cada vez más pequeñas, y es en ese momento de asentimiento cuando nacen los diálogos de madre e hija:
"mira, en esa casa también hay alguien despierto, solidaridad, hija, solidaridad",
"¿y por qué no te dormirás?, que tu madre tiene mucho sueño" concluye alargando la "o" hasta allí donde su pena se lo permite,
"mira esta es una figura, y este un reloj que compraron papá y mamá en Madrid, sí hija en Madrid, algún día tu también estarás en Madrid, y esto es un cuadro, y esto un enchufe de la luz que encenderás y apagarás, y te tendremos que decir que eso no se hace, y esto una manilla que sirve para abrir puertas, y… por qué no te duermes hija" a todo este diálogo June permanece atenta en la semioscuridad, viendo lo que apenas se ve, escuchando lo que bien se oye y respondiendo con palabras ininteligibles que responden a las de su madre con solicita prontitud.
Desde la distancia uno se siente incómodo y espectador de lujo entre tanto momento de intimidad, que continúa como letanía de fondo, mientras el sol, con su calor, todavía tardará en aparecer.
09/12/2011