Cuando veo a mi padre con June se me despierta una doble sonrisa, la veo a ella, sin saber muy bien en manos de quien está, nota unas manos curtidas, trabajadas y veteranas, oye un tono de voz curioso, con una risilla como la que sólo tiene mi padre, June duda y solicita otros brazos con el rabillo del ojo. Por otro lado veo a mi padre, y me lo imagino en el pasado, sujetando a mi hermano y a mi en sus brazos, y por un momento vuelo en el tiempo y me imagino algo, que no recuerdo, pero que viví, y unas cosquillitas me nacen desde dentro del estomago que mantienen mi sonrisa y aguantan mi mirada.
Mi padre siempre ocupa un segundo plano muy protagonista, mi madre lleva la voz cantante, Marcelino esto, Marcelino lo otro, siempre necesario y siempre allí, con su cabezonería y su forma de ver las cosas inmutable. Los nietos le han devuelto una sonrisa paternal que poco pudo usar en su momento, cuando nacimos nosotros hubo que trabajar muy duro, y por su oficio casi toda la semana fuera de casa, viajando de allí para allá, para vernos sólo los fines de semana, descansar poco y volver a trabajar muy duro el lunes.
Mi padre no desiste y se dedica a hacer la puñeta haciéndole cosquillas en los pies a June para hacerla rabiar, –quieeeeto, Marcelino, deja a la chica que está tranquila, quieeeto, Marcelino– barrunta mi madre con cara de genio sin conseguir su propósito, mi padre sigue erre que erre dando mal a sus dos chicas.
Por fin se cansa, se relaja y se queda mirando la tele, –ójala hubiera una de vaqueros– parece que piensa, y mientras una nana de fondo acuna a June, y en la tele los anuncios despiertan a cualquiera, me doy cuenta de lo que quiero a mis padres, y espero que a June le pase lo mismo.
04/09/2011