El sábado June celebraba su primera fiesta de la guardería, el año anterior un catarro que le cogió muy fuerte se lo impidió. Marchamos el sábado para disfrutar de la novedad de un día que era tan nuevo para ella como para nosotros. A June le tocaba llevar un regalo que ella desconocía, y a los padres nos tocaba llevar la bebida, unos zumos, un Rioja y una botella de cava pinot noir para pasar el trago de una fiesta en la que nos tocaba ejercer de padres, algo raro en alguien que todavía se sigue viendo como hijo.
Cuando June vio que un sábado entraba en la guardería y acompañado de sus padres, todo era alegría. Cuando vio que el sitio donde está habitualmente con sus amigos y sus profesoras en tranquilidad se encontraba lleno de gente, lleno de mayores que iban de lado a lado, le cambió un poco la cara. Dejamos la bebida en recepción y fuimos a su clase a buscar un sitio donde hacernos un hueco.
Mayores y pequeños correteaban de un lado a otro, los mayores persiguiendo a sus hijos, los pequeños como si fuera un día más, aprovechando para comer dulces y gominolas que abarrotaban las mesas, llenas de tartas y magdalenas de atractivos colores.
June estaba sorprendida, descolocada, miraba de un lado a otro y no entendía que niños tan grandes y haciendo tanto ruido estaban en su clase. Apenas quería soltar a su madre y lo observaba todo con incredulidad infantil.
Ella nos llevó a lo que hace todos los días, a su rutina habitual, al cajón donde deja su cazadora y la ropa que trae de la calle, así lo hace siempre y así lo hizo hoy, pero su asombro y perplejidad le impedían integrarse con el grupo.
Miraba a los mayores, y a sus compañeros de clase que se escurrían entre las piernas de sus padres, y no entendía que pasaba, el barullo aumentaba, algunos críos lloraban, otros corrían de lado a lado, haciendo sudar a sus padres en una persecución inagotable.
June se sentía sola entre tanta gente, se sentía pequeña, ignorante y un poco asocial. Al fondo los niños se dejaban maquillar con mariposas en la cara, o con personajes de miedo. June miraba y miraba y entendía bien poco.
El resto de niños, a pesar de que cada uno iba a su aire, se mezclaban entre ellos, se saludaban, se observaban, sin abandonar a los padres se lanzaban a por dulces y bebidas como si la vida les fuera en ello.
June se contentó con dos colines y un vaso de agua. Se sentía perdida como un bicho raro, siempre controlándonos y esperando que se marcharan todos los que estaban en la clase. A pesar de juntarse con alguna compañera pasaba a su lado ignorándola. En toda la tarde no saludó a ningún niño.
La fiesta seguía, el calor aumentaba, y yo la entendía, si ella se sentía como un bicho raro, yo también.
15/12/2012