A los pocos segundos los teníamos ya en casa, y además con la sorpresa de que vinieron también sus tíos y su primo Daniel, con lo que a June a pesar del cansancio se le dibujo una sonrisa en la cara, y todavía más al ver cajas con papeles de colores que tenía que romper para descubrir lo que había en su interior. La primera en abrir fuego fue la abuela, las dos tenían la emoción de ser niños, una lo era y la otra lo había vuelto a ser.
Con el primer muñeco entre sus manos y sin soltarlo, June miró a la otra caja grande y con papeles de colores que tenía al lado. Sus intenciones eran bien claras, pero la prudencia le hacía ser comedida. Los demás observábamos la escena con cierta envidia y siempre asombrados de esa ingenuidad infantil con que se hacen todas las cosas.
June muy a su pesar, decidió soltar el muñeco que le habían regalado los abuelos, y se lió a tirar del papel de regalo con todas sus fuerzas, poco a poco fue llegando hasta su interior, hasta descubrir que se trataba de un perrito con ruedas de llamativas luces. Se quedó mirándolo con gusto, era el regalo de sus tíos, le tocó todo lo que tenía y entre ambos empezaron a comunicarse en un lenguaje que sólo entendían ellos dos.
Daniel era el otro rey de la casa, y como tal fue coronado nada más entrar en casa ayudados por el adorno del Roscón de Reyes que había venido de postre el día anterior. Estaba feliz, para él, el día de Reyes eran regalos, juguetes y más juguetes, puede haber un día mejor para un niño.
Posaba feliz con el regalo de sus abuelos, ya tenía algo que destrozar probando hasta que punto Buzz Lightyear era capaz de dar patadas voladoras y aterrizar sobre el suelo desde unos metros de altura. Incomprensiblemente Buzz, siempre sonreía desde dentro de su cápsula.
Pero lo que le volvía loco a Daniel en este día era otro regalo, un increíble helicóptero que volaba y lo podía manejar el mismo. Así que se quitó rápido la cazadora y solicitó su juguete con ansiedad, se colocó un auricular y un micrófono en la oreja, que no servían para nada, pero tenían su punto, y se dedicó a estrellar el helicóptero por diferentes partes de la casa, con la atenta mirada de mi hermano, que disfrutaba casi tanto o más que su hijo.
June seguía con su perrito y su inspección detallada de zonas y comportamientos, tan concentrada estaba que le daba tiempo a su madre para intentar hacerle una coleta en el pelo, asunto que en condiciones normales habría sido prácticamente imposible. Así pasamos un día, en el que las Reinas y los Reyes fueron los protagonistas y donde la sonrisa al ver un regalo, era un gracias impagable.
06/01/2013