sábado, 29 de septiembre de 2012

La música, no amansa a las fieras



Un día por la mañana, de esos tontorrones, Ana desempolvó la guitarra de juventud que se encontraba en el ático y apoyada triste sobre la pared. Al sacarla de la funda le llegaron miles de recuerdos de notas rasgadas de canciones de cantautor e himnos parroquianos. Se sentó como se sienta frente a una hoguera con un buen grupo de amigos y soltó sus dedos sobre unas cuerdas tremendamente desafinadas, pero era lo de menos. June se hipnotizó con el sonido que salía de aquel instrumento raro.


Al principio optó por bailar con su movimiento culo-rana y por un momento parecía que se iba a lanzar a hacer un zapateado flamenco. Ana sufría intentando sacar algo audible de aquella guitarra con la que había desgranado tantas canciones en aquellas clases particulares con su joven maestra.


Por fin, June se atrevió a tocar la guitarra, veía como su madre giraba las clavijas para tensar las cuerdas y ella se lanzaba a lo mismo, el resto parecía que le daba un poco de miedo. Su madre continuaba emocionada danzando los dedos por las cuerdas dispuesta a sacar alguna canción del recuerdo.


June apenás duró medio minuto al compás de la guitarra, con su movimiento culo-rana se lanzó por el suelo dispuestos a que acabara nuestro medio minuto de tranquilidad, y es que por más que se diga, la música, no amansa a las fieras, al menos, la que estaba tocando Ana.

20/07/2012

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