lunes, 1 de agosto de 2011

Manos arriba, ¡qué la detengan!



¡Alto!¡Qué la detengan! Allí estaba con su cuerpecito, tan larga y tan justita de peso, con sus pies tan finos y grandes, y la prueba del talón de testimonio en uno de ellos, sus manos y brazos finos, con unos dedos de juguete finos. Su carita dormida y con media lengua fuera, la ropa siempre grande. Verla era todo un encanto…


…olerla no tanto, me tocaba cambiarla, y debajo de ese cuerpecito y ese minipañal esperaba una sorpresa  que merecía los brazos arriba y una condena con derecho a dormir fuera de casa, eso sí, me pido alcaide de su prisión.

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