Por fin se ha quedado dormida, entre sus últimos balbuceos y movimientos de brazo con su sonajero verde, la fiera ha caído.
Dormita entre sueños de niña, ajena a nuestras miradas y desprendiendo dulzura y vida.
Mirarla así no tiene precio, y sólo sientes envidia por no poder viajar en sus sueños.
"¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cómo he llegado aquí?". Se acabó la paz, empiezan nuestros sueños.
16/09/2011
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