jueves, 16 de junio de 2011

Nacimiento June 01: Bruce Lee y el dolor de tripas



El miércoles 8 de junio no fue un día demasiado fácil, en el trabajo la dificultad del momento nos lleva a veces a dudar y a buscar salidas donde en otro momento no habríamos visto más que soluciones. Ana después de una interminable clase de preparación al parto con la divertida terapeuta y monologuista Ana, había salido de la consulta en la Plaza de los Sitios con un dolor en el nervio de la pierna que hasta calentarla le obligaba a pararse cada segundo mientras intentaba alcanzar la oficina. Desde la consulta del ginecólogo aquel camino se hizo un poco largo pero al final llegó, paró a comprar algo en la oficina y nos marchamos a comer a casa.

Transcurrió la tarde y al llegar a casa nuestro gato Titán no hacía más que seguir a Ana de un lado a otro, que iba al baño, Titán iba al baño, que Ana iba a la cocina, Titán a la cocina, no era algo habitual en Titán que aunque le gusta estar con Ana suele ser muy independiente. Aquella tarde el gato había estado durmiendo junto a la tripita de Ana, muy cerca de June. Por fin, ya tranquilos en casa preparamos la cena, mientras yo preparaba la melba a la plancha, Ana preparaba nuestras ensaladas, desde que a Ana le detectaron la diabetes gestacional en casa no se comía otra cosa, para mi suerte, ya que gracias a su régimen y preparándome para lo que venía pronto desde abril había conseguido perder 20 kilos, estoy convencido que no eran míos. Después del duro día nos sentamos y nos relajamos un poco para cenar, pero no todo iba a ser tan fácil, Ana se empezó a encontrar con un gran malestar y nauseas, no pudo ni probar nada del plato, no era fácil cenar viendo los dolores que tenía Ana, pero cené, no muy contento, pero cené, las dietas es lo que tienen, no se perdona ni una hoja de lechuga, a duras penas conseguí que comise un poco de jamón de york, pero apenas le entraba nada. Ana tuvo que ir corriendo al baño, le empezó un dolor muy agudo que parecía el de un cólico o un dolor de tripas, que sumados al dolor de su pierna, le hacían andar pareciendo que imitaba los pasos de Chiquito de la Calzada diciendo: "no puueedoorrr, no pueedoorr".

Subimos a la habitación para intentar descansar y ver si así se le pasaba ese dolor tan agudo, pero la verdad es que no mejoró mucho la situación. Mientras en la Sexta 2 emitían una de Bruce Lee, Ana se levantaba una y otra vez al baño con ganas de vomitar y un tremendo dolor abdominal, con la música de fondo de Bruce Lee repartiendo galletas al compás de gritos karatekas. Pasaron pocos minutos para que tomáramos la decisión de ir a urgencias a la Clínica de Montecanal, para que la chequeasen y quedarnos tranquilos haciendo una eco, tomar en casa un Paracetamol ciertamente no nos parecía suficiente para los dolores agudos que sentía. Nos vestimos con lo primero que pillamos y nos marchamos para la Clínica, al montarse en el coche era evidente el malestar de Ana, bajar la ventanilla y sacar la cabeza no auguraban nada bueno, y parecía evidente que no era precisamente para ver el paisaje nocturno de Zaragoza en una noche de verano.

Sin llegar a la rotonda de la circunvalación de Santa Isabel por el atajo de la antigua carretera de Movera ya nos tuvimos que parar, las nauseas eran tan fuertes que parecía que le iban a provocar vomitar sobre el lateral del coche, descansó un poco, tomó aire y más tranquila nos encaminamos por la Z40 a la Clínica de Montecanal que nos pillaba en la otra punta de Zaragoza, era la segunda vez que íbamos de urgencias a esa Clínica, la anterior la verdad que no fue mucho más agradable, creo que fue entre el segundo entre el segundo y tercer mes (hay cosas que uno siempre quiere olvidar), Ana empezó también otra noche a sangrar de una forma alarmante y lógicamente se asustó, la hora era casi la misma de este miércoles, y nos tocó buscar la Clínica que no tiene un camino fácil, la tranquilizaron un poco y al hacer la eco y oir el latido en el interior de la incipiente tripa de Ana, unas lágrimas a la pare que una sonrisa afloraron en su cara y mi fortaleza frágil apenas podía también contenerse. Y así nos encontrábamos, seis meses y medio después, intentando encontrar el camino a la clínica, con la nueva velocidad de 110 y con Ana dispuesta a vomitar por la ventanilla del coche si no se aguantaba las nauseas, por suerte lo de la pierna ya se había olvidado y los ecos de los gritos de Bruce Lee se habían fusionado con nuestros corazones que apesar de intentar aguantar la calma latían con fuerza y con mucho miedo.

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