lunes, 20 de junio de 2011

Nacimiento June 03: Las contracciones son "al", "del" y las del parto



Pasaron a Ana a una cama de urgencias, la última de la estancia, la más recóndita, tal vez intuyendo que necesitábamos algo de intimidad, la tumbaron y provistos de unos goteros para calmar el dolor le pusieron una vía, vía que al final tuvo que poner el ginecólogo de urgencias, ya que el enfermero o estaba atendiendo otra cosa o había sabido desaparecer en el momento exacto. El hombre puso todo su empeño, y aunque se sentía como un mecánico de Ferrari en un taller del Carrefour, se le veía con ganas de hacerlo bien, Ana le avisó: "tengo unas venas muy malas", lo que provocó más tensión en el afamado médico venido a enfermero, el primer intento no fue un éxito, pero hay que reconocer que le puso cariño y ganas, el segundo fue mejor y un brillo de triunfo se veía en sus ojos, mientras, el enfermero seguía sin aparecer, lo peor ya estaba hecho, aunque tocaba poner el esparadrapo para sujetar la vía, si la eficiencia del ginecólogo-enfermero se había cuestionado con el segundo intento, con el esparadrapo se vino abajo toda su imagen y se hizo latente el refrán de "zapatero a tus zapatos", se hizo tal nudo con las vendas y el esparadrapo que le dejó a Ana sobre la mano una auténtica maraña que más parecía una montaña rusa adhesiva.

Los goteros empezaron a hacer efecto pronto, el ginecólogo seguía hablando con la matrona y se decidió a monitorizar a Ana, llegó con un carrito con ruedas y una máquina encima que tenía aspecto de una pequeña máquina registradora, fue en ese momento cuando entendí que era eso de "las correas"o "los cintos" que emplean cuando hablan de las embarazadas ante de dar a luz, también se tuvo que prestar a colocarlas nuestro esforzado ginecólogo al que ya íbamos descubriendo como un chaval joven, de buena planta y con socarrón y silencioso sentido del humor, colocó los cintos, ante la ausencia sempiterna del enfermero, una vez bien colocados se dedicó a toquitear la máquina intentando que el papel se pusiera en marcha a la par que la máquina empezaba a emitir ruiditos con eco de ultratumba, tras un rato lo consiguió y nada más verlo dijo: "tu tienes contracciones", esa palabra resonó en nuestras cabezas delatando lo ignorantes que habíamos sido, Ana intentó defenderse: "el dolor si que me empezaba desde los riñones, pero era un dolor constante muy fuerte, no se iba y venía", a lo que el ginecólogo sin quitar la vista del aparato volvió a afirmar: "tu tienes contracciones, sí, sí, tu tienes contracciones", mientras lo decía movía la cabeza rítmicamente en sentido vertical, y se podía ver de fondo la tripa de Ana que tomaba una forma de huevo y se ponía dura tremendamente a la par que los números de la máquina empezaban a subir, para cuando comenzaban a bajar, disminuir también la tripa. Así nos dejó durante un rato, solos mientras la máquina subía y bajaba al compás de la tripa, los dolores comenzaron a bajar, pero la máquina delataba todas las contracciones de una forma pasmosa, el médico volvía de vez en cuando y miraba continuamente el papel que se iba imprimiendo y las dos líneas que sobre él se marcaban, se marchaba y volvía, algo en su gesto, delataba, a pesar de su esbozo de sonrisa, que no iba del todo bien.

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