martes, 21 de junio de 2011

Nacimiento June 04: Verde que te quiero verde



Pronto llegó la matrona, era Ana Muñoz, vestía de paisano y tendría unos cincuenta y tantos años, pequeña, pero segura, de pelo medio liso y con una cara de no hacer muchos amigos, aunque su voz y sus palabras se mostraban más diligentes, tenía ese gesto del que controla una situación de riesgo que a los demás pone muy nervioso, estaba claro que no era la primera vez que vivía algo parecido. Le explicamos sincopadamente toda nuestra historia nocturna, e inmediatamente, sin gruñido, pero sin dulzura, hizo abrir de piernas a Ana, se colocó un guante y la exploró con su mano, a pesar de la crudeza de la imagen, el rostro de Ana mostraba que no le hacía daño, tras dar unos giros con la mano y penetrar los dedos todo lo posible dijo: "estás muy verde, muy verde", frase que luego he podido comprobar que es muy típica en las matronas, y que no se refiere a que por los dolores te estás convirtiendo en una pequeña Hulk, sino a lo lejos que queda todavía el parto. "La cabeza está muy lejos todavía, no está encajada, estás muy verde, muy verde". Sus palabras, a pesar de teñir de color la escena, resultaron tranquilizadoras, independientemente de su contenido, una matrona es una matrona, si alguien podía hablar con autoridad era ella, cuando uno entra en estos terrenos desconocidos lo que más necesita es seguridad y no tibieza, y después de saber que tenía contracciones y pensar que vas a parir ahora mismo, pasas a pensar que pronto volverás a casa a ver acabar la película de Bruce Lee.

Por un lado nos quedamos tranquilos y relajados, ya sabíamos que Ana no estaba de parto, tan sólo había que estar pendientes, la cuenta atrás había empezado, ya nos podíamos hacer a la idea que la llegada iba en serio; por otro lado, cierto desconsuelo, ya que si algo tenía que suceder que sucediera cuanto antes, no nos apetecía vivir en una constante intranquilidad. Ahora sí que hizo acto de presencia el enfermero y se percató enseguida de la vía que le había puesto el ginecólogo de urgencias, se la mostró a Ana y ambos esbozaron una sonrisa de las que te muerdes el labio inferior, miraban con curiosidad la tela de araña que con esparadrapo había elaborado con mimo y tesón su compañero, que por suerte no apareció en esos momentos. Tirón a tirón la fueron retirando la obra de arte de su superior y le colocaron algo un poco más apañado, mientras balbucea el enfermento: "zapatero a tus zapatos".

Nos dejaron monitorizados con las correas, poco a poco bajaba la intensidad de las contracciones y los dolores, prácticamente le habían desaparecido a Ana, el ginecólogo apareció, pero nadie hizo ningún comentario acerca del vendaje, junto con la matrona, miró la hoja que salía de la máquina, señaló el skyline del movimiento del bebé y murmuró a lo bajo algo con ella, aunque lo veíamos no nos preocupó, estábamos ciertamente tranquilos, a nosotros nos hipnotizaba el ruido y los números que aparecían en la pantalla de la máquina. Tras un rato en el que después de mirar y mirar, y continuar hablando en voz baja entre ellos, nos dijeron que ya se había avisado a nuestro ginecólogo Jorge Iranzo y que por precaución nos iban a dejar hospitalizados para seguir monitorizando por la mañana y tener más datos, que todo estaba bien, pero que les preocupaba en cierta forma la pasividad del bebé en el interior, se movía demasiado poco para las contracciones que se tenían. Asentimos como cuando se asiente ante algo que no puedes cambiar y nos guiaron entre los pasillos de urgencias con la cama de Ana y yo detrás, hacia la habitación en la Clínica Viamed de Montecanal.

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