Tal día como hoy, hace un año, Ana pudo dar su segundo paseo, con pocas fuerzas todavía y con los músculos todavía acartonados por tanto tiempo en la cama, los pasos se hacían lentos, pero la sonrisa era imborrable, la alegría que sentía por dentro hacía sonreír hasta a la criatura que llevaba dentro, aquel sueño, hoy es una realidad, y mirar por la puerta del tiempo su alegría se convierte en un bálsamo de heridas, en el ungüento perfecto que calma dolores y cicatrices a veces mal curadas.
La veía y me sentía feliz con tan sólo mirarla, orgulloso de compartir la vida a su lado, agradecido de acompañar su valentía y temeroso del camino que quedaba por delante, pero con tan sólo mirarla todo recelo se desvanecía y lo más insignificante se hacía verdaderamente maravilloso.
Se sentía como quien ha superado una gran prueba, un gran reto, y pese ha que yo apaciguaba, muy a mi pesar, la euforia conseguida, pensando en el resto de la competición, ella ya se sabía ganadora, y yo desde mi racionalidad no lo podía ver. Ha pasado un año y su sonrisa no se ha borrado, la mía tampoco.
08/02/2011
Ay, madre!! Qué cosas tan bonitas escribes!! Qué días aquellos en los que ya habíamos superado una etapa. Una etapa dura pero que tú conseguiste hacer agradable e incluso divertida. Gracias por tu sonrisa.
ResponderEliminarGracias guapa!
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