lunes, 6 de febrero de 2012

Libre, hace un año



Ayer hacía exactamente un año en el que Ana pudo por primera vez salir a dar un paseo con tranquilidad, pudo abandonar la prisión en que se había convertido nuestra habitación y tomar unos rayos de sol, en un febrero que se mostraba muy benigno. Abandonamos parte de algunos miedos para retomar otros por el camino, tocaba emprender nuevos retos en el ocaso de la tarde.


Ana se mostraba feliz, libre, no había sido fácil convivir a todas horas con el recelo como compañero de cama, la habitación se había hecho más pequeña todavía, la doble prisión llamaba a la vida, y la vida también luchaba en su refugio interior. June parecía que por fin se había agarrado y no se quería soltar, y ahora le tocaba a su madre estirar un poco las piernas, soñar con esa tripilla incipiente y caminar para perder un poco del peso ganado en el cautiverio.


El sol del final de la tarde puso el ambiente a la recuperada libertad, su primer paseo alrededor de casa se convirtió en un gran espectáculo de luz y calor, una puesta en escena medida a la altura del evento. Paseamos con lentitud, atravesando el frío seco, animándonos el futuro, que lo cifrábamos en lo breve, en lo inmediato. Los árboles afinaban sus ramas al compás del naranja del sol. En nuestro primer paseo atardecía, pero un nuevo horizonte se iluminaba.


Y siempre con la duda de que no fuera un espejismo, que el camino ya recorrido, tan duro, tuviera justo premio, que la fortuna no nos diera la espalda ahora, ahora menos que nunca, en un día de celebración, de recuperada libertad, en el que vimos la luz por primera vez y brillaba más que nunca.

05/02/2011

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