Juntarnos con Raúl y Natalia para comer en un día de febrero era una garantía de pasar un buen rato, comiendo por supuesto, pero todavía más haciendo trastadas, y así fue, June entró dormida en el restaurante de Movera, en el que la soledad permitía oír el eco al comer las gambas, la colocamos en un lado y para cuando me di cuenta, Raúl le había endosado una botella de vino y los sobres de toallitas para limpiarse las manos. June era la auténtica mujer de rojo, y con el líquido elemento, más.
05/02/2012
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