Después del largo día que comenzó disfrazándose de June del Silencio, la leoparda caía rendida entre mis brazos y los cojines del sofá. Se inclinó un momento mientras pataleaba contra el sofá y sin darse cuenta mecía sus cabellos con sus sueños.
Después de las risas del día, de cambios de humor y meriendas caprichosas, dormía en profunda quietud. Por nada cambiaría ese momento de felicidad. Por nada.
21/08/2012
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