La llamo por su nombre. —¡Juneeee!— me mira, sólo girando su cabeza, apura sus ojos hasta el límite para mirarme. —¡Qué quieres!— piensa. Parece altiva, molesta. —Me tenía que haber callado— pienso.
Me mira de arriba para abajo y continua igual, su cabeza vuelta y su cuerpo de espaldas. Me juzga. Me hace un repaso con su ricito a lo Supermán. Tiemblo y confirmo que me tenía que haber callado.
Por suerte me condena la pena. Me mira y sonrío. De sus ojos al hombro hay todo un mundo de experiencias.
20/08/2012
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