Bautismo de agua, baño de luz

Los padres somos seres muy raros, pudiendo hacerlo fácil nos gusta hacerlo difícil, o mejor dicho, tomamos decisiones propias en un mundo que ya las tiene tomadas por nosotros en muchos de los casos. Mientras los abuelos soñaban con un bautizo al uso, católico por casualidad de lugar de nacimiento, con faldón de cristianar de puntilla y vestidito de encajes con lazos rosas de raso, a nosotros va y nos da por regarla con agua de mar del norte, en la mejor compañía, con luz, pétalos de flores y el mayor amor que se le pueda tener a algo.

El día del Pilar nos apostamos en la playa de Andrín, en Asturias, y acurrucados al sonido de las olas que golpeaban las rocas y bañaban nuestros pies con una temperatura verdaderamente envidiable, procedimos al bateo de June, invocando a nada y deseando todo, sacramentando un momento íntimo, único e enviable. Un baño de agua, luz, flores y amor que aguantó sin pestañear en los brazos de la que le dio la vida.

Juntos en Andrín, en la playa que nos enamoró de Asturias hace ya más de 20 años, a la que llegamos como novios llenos de amor y a la que volvíamos queriéndonos más que nunca y con una niña como regalo. Fue uno de esos días en que te sientes protagonista de una película, donde todo está en su sitio, donde hasta el mar parece un decorado, notas las cosas pasar y por unos momentos rozas la felicidad plena. Por supuesto que acabé bañándome en sus aguas que estaban a una temperatura exquisita.

Mientras en Andrín el mar seguía batiendo olas y empapando arena, en Zaragoza llenaban de flores el manto de la virgen, los abuelos de June leían la prensa o preparaban la comida en el día festivo, nosotros pudimos hacer realidad nuestro sueño, devolver a la vida lo que nos había dado, bañándonos en agua y luz, para que siempre nos acompañe.

12/10/2011