A veces June me pone caras en las que parece que espera respuestas, la veo que me mira fijamente y que tuerce el morro mientras no suelta su sonajero favorito, es como si supiera cosas que no me puede decir, por suerte, agarra su sonajero y lo agita, arriba y abajo, como si fuera el mismo martillo de la fragua de Vulcano, al son de un ruido acompasado y rítmico.
Descansa por unos segundos, mientras se distrae con cualquier movimiento, el sonajero descansa, agotado del esfuerzo, mientras en la calle la fiesta se llena de cabezudos y comparsas, mi niña vive al ritmo que le imprime a su sonajero, que vuelve a alzar a lo alto para dejar caer con furia incesante, con claro temor permanente al lugar de impacto.
Me vuelve a mirar, y ahora, su mirada es otra, dulce y sincera, diciéndomelo todo con su cara y no callándose nada. Siento en la tarde que el tiempo no pasa y que su banda sonora está escrita a ritmo de sonajero.
10/10/2011
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