martes, 26 de febrero de 2013
Últimos días de playa
Comenzaba el mes de septiembre, pero en Asturias los días de sol continuaban. Apurábamos nuestros últimos días agarrándonos a una playa y a un mar que olía a nueva vida. A June se le encendían los ojos y marchaba en busca de un agua salada que limpiara sus pequeños pies manchados de arena.
A estas alturas, se notaba que ya la afluencia de gente había descendido, la playa se mostraba virgen, pura en la mañana, casi sin huellas, era como si fuera nuestra y June se sentía en la gloria
No quiso ni parar en las toallas. Ordenó a su madre que la cogiera en brazos, todavía le daba un poco de respeto la arena, y le señaló el mar para ir en su busca.
En cuanto pudo se tiró al suelo y se asombraba con su ingenuidad infantil, pegando su sombra al agua, pegando el agua a sus pies.
Mientras el sol golpea ya con fuerza, el mar ruge al fondo con su tranquila sintonía. No se podía estar mejor.
A June ya se le notaban los colorcillos del moreno, pese a estar embadurnada en una gruesa capa de crema protectora, los rayos de sol habían hecho poco a poco su trabajo.
Caminamos por la orilla del mar. June vigía de sus propios pies nos llevaba a la izquierda, luego al frente.
Luego a la derecha, el caso era pisar la arena mojada, sin rumbo, sin pérdida.
Todo lo quería tocar y se dejó mojar sus piernecitas, pero era demasiado pronto y el agua todavía no estaba a su temperatura.
Pronto se cansó y pidió de nuevo brazos. La playa con la marea baja creaba un pasillo hasta el castro de enfrente, toda una avenida de arena.
Así seguimos en la mañana, en brazos y andando, persiguiendo a su sombra y soñando con beberse el mar. Eran los últimos días de playa y la despedida se tornaba paradisiaca.
01/09/2012
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