Las noches de Naia no son malas, pero si algo son es intempestivas, ella lleva sus horarios y la madre obedece fiel a sus necesidades. Así que por las mañanas me toca hacer de relevo mientras trabajo o leo en el ático. La mayoría de las veces no me deja hacer ninguna de las dos cosas, pero otras, se queda dormida en mis brazos y sigo sin hacer nada contemplándola como duerme.
Mirándola me siento pequeño, ínfimo, supérfluo, su grandeza me supera.
02/06/2013
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