lunes, 29 de octubre de 2012

June, la alegría en los miedos



Pese al calor, pese a la prohibición, pese a lo que pese, las visitas de June al hospital en que su abuelo se encontraba postrado, eran una pura bendición. El Clínico se había convertido en una celda donde una sonrisa infantil lo llenaba todo de alegría y hacía desaparecer cualquier tristeza.


Su madre se encargaba de traerla, y así poder verla después de las largas noches, que tanto mi hermano, como yo, dedicábamos a cuidar a nuestro padre. En cuanto podía, y no me veían los celadores pasaba con June dentro del hospital. A su abuelo se le cambiaba la cara, le hacía sonreír y le daba fuerzas para salir cuanto antes.


Pero sus analgésicas visitas, no sólo aliviaban a mi padre, a todos los demás, nos repartía sonrisas y alegrías sin parar. En la cafetería, compañera de cenas a deshoras y cafés revitalizantes, se subía a la mesa y se convertía en la reina de la fiesta, alegrando a su abuela y por un momento, aunque breve, haciéndole olvidar cualquier pena.


En la sala de espera, con su tío, corría de un lado a otro persiguiendo a su primo Daniel, que armado con una pistola láser, corría de un lado a otro de la sala, provocando el desriñonamiento de mi hermano que tenía que seguir a June en la persecución de su primo.


Con June, los días se hacían más cortos, las noches ansiosas y las esperas más breves, era el punto de alegría en un vivir lleno de miedos.

04/08/2012

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