Después de una mañana de playa tocaba conquistar el chiringuito, no era un problema de espacio, era un problema de altura. June se alzó encima de la mesa y tomando el palo de la sombrilla cual pica de Flandes, oteó el horizonte y reclamo para su corona la nueva mesa conquistada.
Al pie de dos Mahous y sujeta firmemente por su madre, se sentía fuerte, la reina de los mares, una auténtica amazona en el territorio de Mesa. La sombrilla se cimbreaba de un lado a otro, anunciando el peor de los presagios. El sol calentaba y la sombrilla todo lo teñía de rojo.
Después de la conquista fue en busca de trofeos, y por supuesto nada mejor que un poco de ron disfrazado de cerveza. Por suerte dos manos hábiles con cámara de fotos incluida, las retiraron a tiempo de que sucediera el abordaje.
Visto que la zona inferior iba a ser de difícil conquista, optó por la superior. June se estiraba y se estiraba en busca de unos hierros blancos que la tenían muy mosqueada. Era imposible bajarla de allí, las cervezas se calentaron, pero la pirata del mar Cantábrico no soltaba su mástil.
Allí feliz, contemplando sus posesiones, valiente y orgullosa, aguantó un buen rato, hasta que la sombrilla se plegó sobre ella, el mundo se le tornó rojo y decidió bajar a la altura de los mortales. Pero ese día constará en los anales como el día en el que June conquistó el chiringuito de Borizu.
23/07/2012
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