Poco a poco, día a día su cuerpo de bebé comenzaba a decir más cosas, hablaba con sus gestos y descubría lo que la vida le ponía delante. Cada vez más alta y más sentada, aunque siempre tendente a caerse hacia uno de los lados, lo que impedíamos con dos cojines estratégicamente situados, allí se quedaba, toda tranquila, mirándonos y de vez en cuando soltando algún gritito desgarrador, nos miraba como una reina, sin sangre azul, pero con ojos negros.
15/01/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario