A la hora del postre del día de Reyes, abrimos un roscón que habíamos traído desde Zaragoza a Villamiel, el roscón venía con una corona dorada que por supuesto la primera que se la puso fue la reina de la casa.
Sobre la mesa el roscón y compota de Navidad de Marcelino, mi padre, que mi madre se había encargado de preparar para que se la llevara a su hermana.
June posaba con su corona tranquila, sabía que tenía algo en la cabeza, pero no le importaba, parecía una pequeña reina de cuento, de las que reciben príncipes y condenan a ladrones, y por las que sus súbditos realizan festejos en el aniversario de su coronación. Nos miraba como atónita a nuestras risas y dispuesta a desterrarnos de su reino.
Al final, roscón y compota para superar el exilio.
06/01/2012
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