Una vez vestida de mañica, tocaba llevarla hasta la ofrenda para que asistiera por primera vez a celebrar las fiestas del Pilar. Salimos de casa de mis padres camino del Pilar entre multitud de barullos de gente que bajaban a buen ritmo por Gran Vía. June se armó con el bastón de su abuelo y se abría a paso firme por la calle a golpes de bastón.
Su abuelo Marcelino tomó el mando del carro y en una de sus primeras salidas después de la operación del verano encaminaba a su nieta hacia la plaza del Pilar, al igual que había hecho años atrás cuando sus hijos éramos pequeños.
Nos acompañaban los otros abuelos y June iba en la gloria tan bien escoltada y acompañada, eso sí, no soltaba el bastón ni queriendo, el poder es el poder.
A mitad de camino teníamos que parar ya que las zapatillas que le quedaban un poco grandes se le salían de la alegría que llevaba y las patadas que lanzaba al viento.
June estaba feliz, se dejaba llevar por sus abuelos y se sentía contenta con su ropa nueva y toda la gente que veía a su alrededor, ya sólo le quedaba ver las flores de la ofrenda.
12/10/2012
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