jueves, 4 de abril de 2013

Un abuelo feliz



Después de un día del Pilar deambulando de un lado para otro, tocaba ir a comer a casa de mis padres. June seguía con su traje de baturra más feliz que una perdiz. En cuanto llegó, mi padre, su abuelo Marcelino se hizo con ella, había pasado un rato sin ella y ya se le hacía largo. La levantaba en el aire y la ponía sobre la mesa, diciéndole cosas que tan sólo entendía él, y mientras June jugueteaba con el avión de Pocoyo, al que parecía prestarle más atención.


Tras darse cuenta de su prisión, intentó una fuga con mucho éxito. El abuelo se resistía a soltarla, se maravillaba con su sonrisa, pero encontraba una satisfacción curiosa por hacerla rabiar. En ese momento eran dos niños auténticos, y la edad no era una frontera, era tan sólo, un dato.


Su abuelo era feliz, es feliz. June era feliz, es feliz.

12/10/2012

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