martes, 27 de noviembre de 2012

No se puede ser más pilla



Por suerte algunas nubes habían conseguido apaciguar al sol y June disfrutaba en brazos de su madre de una suave brisa que venía desde la playa. El chiringuito de la playa de Borizu era un hervidero de gente y mientras, una niña pilla, posaba con las mejores de sus caras.


Se encontraba tan feliz que nos irradiaba de magia a todos los que estábamos a su lado, su madre sonreía sin parar, a los de la mesa de al lado se les atragantaba el pincho de tortilla y un trozo de empanada se escurría por la comisura de la boca, y June seguía más payasa que nunca.


De vez en cuando miraba a su alrededor y se quedaba con la gente, me miraba buscando consuelo, pero  yo no podía parar de reírme. En ese bucle nos encontrábamos, en una cuerda de risas que hacen todo lo demás insignificante.


Allí, en el chiringuito hacían muy buena pareja, la madre controlando, la hija pensando en como liarla, poniendo caritas y gestos, para alegrar un brillante mediodía. En la barra, cuerpos lustrosos esperaban su dosis de gula entre conversaciones de domingo y sudores propios de la hora.


Ríete mi niña, que no se puede ser más pilla.

18/08/2012


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