viernes, 9 de noviembre de 2012

Sirena de mar



Los días de playa eran una diversión permanente, como casi todos los días, miraba el mar como quien ve algo nuevo, con el miedo y prudencia que da lo desconocido. El sol lo bañaba todo y el agua iluminaba su cara de felicidad como un espejo agradecido.


La primera vez que pisaba el suelo, parecía un poco Chiquito de la Calzada, la textura de la arena no le acababa de convencer mucho, y se enfurruñaba quejándose un poco.


Y poco le duraba el enfurruñamiento, a los dos segundos ya estaba feliz dejándose llevar hacia el mar. Su sonrisa y felicidad lo llenaban todo, y aunque los riñones sufrían por llevarla de la mano, no podíamos quitarnos la sonrisa de la boca.


Le encantaba pisar el agua de las olas que se frenaban sobre la arena, feliz la perseguía y chapoteaba con sus pequeños pies para risas de todos los que paseaban por la orilla del mar.


Después descansar un poquito, junto a la orilla, dejando que las olas rompieran lentamente sobre sus pequeños pies, olas que miraba desafiante.


En el mar jugaba a limpiar de arena las manos de su madre, sin darse cuenta de que las olas vienen y van, van y vienen.


Y tanto van y vienen, que a veces una ola traicionera llega más lejos de lo pensado, y la sirena de mar, empieza a sonar cuando nota como la bañan sus olas.

16/08/2012

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