Eran las ocho de la mañana, después de una noche dura de pecho permanente y de mal dormir a ratos, Naia bostezaba con energía, era un bostezo de los que te contagian, y mientras bostezábamos por solidaridad nos preguntábamos cómo podía ser que tuviera hambre o sueño. Pero la vida es así.
30/04/2013
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