Aprovechamos aquella tarde de agosto, después de un día de playa, para acercarnos al Mercau de Porrua. Caminamos entre puestos con June a los brazos ya que ir con el carro era todo un suicidio. Mucha gente y olor a comida nos inundaba, mientras June se hacía querer entre todos los puestos, a los que les saludaba sin conocerlos y les decía adiós agitando su mano.
26/08/2012
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