lunes, 19 de septiembre de 2011

Mi segunda visita a la pediatra



Tocaba volver a la pediatra por la mañana, a esa pediatra, que sabes a que hora tienes la visita, pero en la que no sabes a que hora te irás. Acudimos al centro de Santa Isabel, una mañana de finales de julio que nos marcaría en cierta forma como podrían ser nuestras vacaciones, desconocíamos si tendríamos que venir a mitad de agosto a alguna revisión o si nos tocaría alguna vacuna.


En la sala había ya un grupo de niños, que parecía que tenían algún padre o madre, pero que por su movimiento y berridos que emitían, eran difíciles de casar. Por las paredes hay un montón de carteles a cual más hortera, indicando silencio, pero esas órdenes parecían no provocar efecto en la plebe.


Sobre las paredes más carteles de niños diabólicos con prohibiciones que apelaban a la paciencia y al silencio. Llevábamos media hora y teníamos tres delante, y tan sólo había entrado uno, que pena que no hubiera un cartelito para no tirarte de los pelos. Hora y media después nos tocó entrar, desesperados de la muerte y un poco hartos de los gritos e hipoaullidoshuracanados de los niños que correteaban por la sala.


June se portó genial, además había engordado 400 gramos en 12 días lo que le otorgaba el final de los biberones y de la comida suplementaria, en tan sólo un mes había engordado un kilo y 70 gramos y había crecido 4 centímetros. Nuestra niña había dejado de tener piernitas finas y carita delgada para pasar a tener más o menos su peso, aunque todavía no entraba en el percentil, pero por muy poco.


June seguía a su ritmito, comer, dormir y llorar por algún dolor de tripillas. June estaba creciendo ante nuestros ojos, en más de mes y medio ya había cambiado y casi ni nos habíamos dado cuenta.
20/07/2011

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