lunes, 6 de mayo de 2013

Nacimiento de Naia 01: Regalo de vida



Es muy difícil aguantarse durante nueve meses sin compartir con la gente la alegría de una nueva vida que viene, pero la prudencia y los miedos de que todo pueda no llegar a un buen destino, hacen que la cautela supere a la emoción y hasta que Naia no ha estado ya con todos nosotros, me atreva a compartir las vivencias que surgieron desde el mismo momento en que todo comenzó a cobrar forma y el pasado nos hizo un regalo de auténtica vida.


Todo comenzó en un verano muy duro, un julio y comienzos de agosto que por momentos se volvían entre sombras por la hemorragia cerebral que sufrió mi padre. Fueron largas noches de hospital a su lado, días de nervios y esperas llenas de miedo tras las puertas de un quirófano. Por suerte los miedos se tornaron en sonrisas y su temprana recuperación nos devolvieron a todos una sonrisa que nos había desaparecido durante unos días.


Mi padre salió un lunes del hospital, un lunes de agosto con el calor apretando a primera hora de la mañana, pero con la recompensa de la libertad y la batalla ganada al destino. Tras comprobar que mi padre estaba bien y mi madre había parcheado su corazón de tristezas, volvimos a hacer las maletas y junto con June volvimos a retomar nuestras vacaciones en Asturias.


Y fue allí, seguramente con la tranquilidad recuperada, con el temor aniquilado, entre el verde de los árboles y las madreselvas, el amarillo de las playas y ese tempo lleno de paz cuando Naia se dispuso a comenzar un viaje entre nosotros. Después de muchos años en los que había sido imposible que la vida se abriera paso en nuestras vidas, Naia quiso vencer al destino y que un suspiro de alivio se convirtiera en un suspiro de felicidad.


Aquellos días de agosto de vuelta, nos dejamos mecer por las olas, que aliviaban un verano maravilloso en el norte. Mientras el sol hacía su trabajo, curábamos heridas de un año duro, de un año de los que te ponen a prueba, posiblemente en el año en el que más felices habíamos sido en nuestras vidas.


El poder compartir con June las pequeñas cosas, descubriendo como crece día a día y peleando por no perdernos ninguno de los segundos que disfruta. Sus ojos lo llenaban todo y sin saberlo, sin ni tan siquiera imaginárnoslo, su hermana Naia se comenzaba a agarrar a una pelea por la vida que no siempre se gana.


Playas, sol y cervezas en los chiringuitos. Sonrisas, besos y amor a todas horas. Sueños, trabajos y paz en unos días que se gastaban de un verano, que sin nosotros saberlo nos traía el mejor de los regalos, un regalo de vida, un regalo que se llamaba Naia. Un verano tan duro como maravilloso.

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