Tanto saltar y brincar parecía que por un momento la dejaba dormida, apaciguada sobre su trono. Se dejaba caer como los reyes de Juego de Tronos, dejada y pensativa en reinos perdidos. Nosotros nos recuperábamos de las risas y por un momento relajábamos mandíbulas.
Sentada, parecía tan buena que daban ganas de comérsela poco a poco. Era la reina de su sofá en miniatura. Era la reina de nuestros corazones. En frente de ella padres y abuelos nos moríamos de risa viendo como poco a poco la fiera comenzaba a despertar.
Y es que efectivamente no hay rey sin trono, ni June sin sofá.
21/12/2012
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