jueves, 6 de junio de 2013

El carrusel sin niños



Camino a casa sobre la ya oscura noche nos topamos con un flujo de lucecitas de colores que no paraban de moverse adosadas a un centro comercial. Era un tiovivo precioso que giraba solitario en la noche trasladando a los pocos niños que quedaban en la calle. Nos atrajo como un imán y nos cautivó con su inercia y sus sirenas. June lo miraba encantada, sin desear subir, pero sin desear dejar de ser espectadora de lujo.


Verlo pasar, casi vacío, sin niños le confería un encanto particular. June no dejaba de mirar, en silencio, sin preguntar, sin pedir, tan sólo mirando girar el carrusel. Las sirenas y las campanillas de repente sonaban y parecía que la despertaban de su ensoñación, pero en el momento que todo volvía a empezar, June ya no tenía ojos para otras cosas.


Así nos quedamos un rato, los dos embobados mirando al carrusel, un carrusel sin niños pero con sueños de montarse en él muy pronto.

23/12/2012

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