miércoles, 19 de junio de 2013

Paseo con vistas al mar



Después de abusar un poco de la modorra y el sopor que provoca la televisión en las mañanas del 1 de enero, tomamos rumbo al mar, el mejor camino que se puede tomar. June saltaba de contenta, todo lo que era salir, ponerse su gorro, su bufanda y sus guantes era un juego para ella. El día estaba fresquito, bastante fresquito, los rayos de sol no habían hecho acto de presencia y se notaba en la temperatura, aún así a June poco le importaba, estaba bien salvaguardada.


El mar rugía a las espaldas de mis niñas, tranquilo, calmado, embaucador. Recorrimos las playas de Llanes, sus rincones y sus bares, casi todo cerrado, la gente no había madrugado tanto como nosotros, sus ritmos eran distintos, y prueba de ello eran los cuerpos de semi hombres que regresaban a casa con la corbata torcida, la americana descolocada y aguantando el equilibrio con dificultad. Nosotros, espectadores de lujo con un chocolate caliente disfrutábamos del primer día de un año que empezaba muy bien.


Tan bien, como la sonrisa enigmática y maravillosa de June, que parecía callar más de lo que contaba.

01/01/2013

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