miércoles, 19 de junio de 2013

Tras la noche, llega la mañana



La noche del 28 al 29 de mayo había sido corta o larga, según como se mire. Ana sacaba fuerzas de flaqueza con los puntos todavía calientes y la cicatriz tirando por todos los lados, pero eso, era lo de menos, le preocupaba mucho más que le llegara la leche cuanto antes y pese a repetirle una y otra vez que con lo que le daba, Naia se alimentaba muy bien, era difícil de entender que a June le tuvimos que dar leche de apoyo, y a su hermana no. Aunque, yo le decía que no había más que mirarla para darse cuenta de lo maja que estaba Naia.


Los pasillos a primera hora de la mañana tenían poca vida, el reparto del desayuno, enfermeras y enfermeros tomando constantes y preguntando por la noche, y todas encantadas con Naia que dormía plácidamente y en la que buscaban parecidos mirándonos a los dos. Mientras entraban a limpiar la habitación, aprovechaba para tomarme un café revitalizador, y aunque el cuerpo se aliviaba con tan sólo salir de la habitación, el corazón me pedía subir cuanto antes.


Su madre era pura valentía, le dijeron que se podía incorporar poco a poco y a los dos minutos ya estaba sobre la silla con una sonrisa y seguro que algo de dolor por dentro. Son momentos que uno no quiere olvidar, pero las niñas nos dan tanto, que nunca te puedes acordar de todo sino haces el esfuerzo de escribirlo para recordarlo con el tiempo.


La mañana del 29 de mayo, Naia dormía placidamente, medio roncando y por el espacio que su lengua le dejaba al labio. Nosotros con sueño, mirándola llenos de envidia mientras comenzaba un nuevo día en el que celebrar nuestra felicidad.

29/04/2013

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