martes, 22 de octubre de 2013

Historias de robots y muñecos



Desde que le habíamos comprado las piezas de montaje a June en el momento que me pillaba en un descuido ya me estaba diciendo que le hiciera algo con ellas, yo le preguntaba que quería que montásemos juntos, para luego tener que acabar haciéndolo yo sólo. Pero June mientras se lo pasaba pipa, ordenándome las fichas que tenía que coger, jugando con los muñecos y ordenándolos, el caso era organizarlo todo.


Esta vez me tocó hacer dos especies de robots que se sostenían sobre sendos y minúsculas piezas con ruedas. A duras penas me las apañaba para robarle alguna pieza de las azules que montaba con rapidez si conseguía que June no se diera cuenta.


June había decidido incorporar a sus nuevos muñequitos de habitación en el juego del montaje. Los colocaba juntos y decía que estaban malitos y que tenían pupa y por eso debían estar todos juntos.


Aquí se puede apreciar el genial robot que me quedó con cinco fichas azules robadas de estraperlo. June entraba y salía siempre con cosas nuevas, se llevaba un trajín de muy señor mío.


Estaba feliz con sus nuevos robots y hasta ella misma se había encargado de colocar la banderita en la parte más alta de los dos y a instancia suya había tenido que colocar a dos de los personajes presidiendo la obra maestra.


Y June seguía a lo suyo, cuidando a sus muñecos y de vez en cuando llevándose a alguno a comer algo a la otra habitación. Miedo daba cuando intentaba mover el robot para llevárselo también de picnic.


Y así se pasaba el rato, llevando los muñecos de un lado a otro. La tarde pasaba entre muchas risas y su madre aprovechaba para descansar un poco del embarazo en la cama que lo necesitaba.


Los muñecos parecían pedir clemencia entre tanto vaivén, pero era algo inevitable, June es incansable.


Me divertía mirarlos, habían tenido hasta ahora una vida tan tranquila los muñecos, siempre colocados con un orden escrupuloso por su madre y ahora tirados y viajando de un lado a otro sin consuelo.


Finalmente June se cansó un poco y se sentó con ellos. Les hablaba, o mejor dicho, les balbuceaba cosas sin sentido. Los muñecos aguantaban con decoro.


Así pasamos la tarde entre historias de robots y muñecos que eran la excusa perfecta para jugar juntos.

10/02/2013

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