Era tarde de domingo. Mientras el sol golpeaba sobre las casas y el viento no se quedaba atrás, dentro de casa dos generaciones reían y jugaban sin parar y sin reglas. Las dos abuelas contenían a June y Naia que a duras penas se dejaban controlar.
June se empeñaba en que Naia le hiciera caso y manejaba sus brazos y manos como si fueran los de sus muñecas de juegos. Naia peleaba a gritos y con genio de recién nacida para no dejarse dominar. Mientras las abuelas intentaban controlar a la mayor y consolar a la pequeña.
Cerca, pero a la distancia prudente para no actuar, el abuelo Pedro contemplaba la escena mientras escuchaba el carrusel deportivo de los goles que se marcaban en los campos de juego. La tarde de domingo era una tarde por ver quien podía más, y en casa también.
19/05/2013
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