Era un día de mayo precioso. Parecía que nunca iba a acabar el invierno y la primavera debía no tener mucha prisa tampoco. Pero ese día todo volvía a estar en orden. El sol calentaba y arropados por su luz todo el mundo salíamos a la calle en busca de unos rayos renovadores que alegraban nuestras caras.
Nos acercamos a un parque infantil que hay en el barrio de Santa Isabel en Zaragoza. Al principio no había mucha gente, pero en cuanto pasó un poco el tiempo se fue llenando el patio de juegos por momentos. June correteaba de un lado a otro, del columpio al tobogán grande, de ahí al tobogán pequeño, de ahí al balancín y vuelta a repetir del proceso. Naia descansaba abrigada con su abrigo rojo en su carro.
June disfrutaba con una sonrisa infantil difícil de ocultar. Lo cotilleaba todo y más cuando estaba en las alturas del tobogán, desde allí miraba lo controlaba todo, miraba al resto de los niños y escudriñaba lo que hacían para repetirlo ella en el momento que iniciase el descenso. No se le escapaba un detalle.
De vez en cuando le tocaba saludar alguna niña con la que había compartido juegos en alguna otra tarde con sus abuelos. Naia enseguida pidió su merienda y su madre acudió a su cita particular e irremplazable con su niña. Mientras June seguía a lo suyo.
Así se pasó una tarde maravillosa, con risas, subidas y bajadas de tobogán, niños que corretean por todos los lados y padres que los controlan como pueden. Era un día de Family Park. Os dejo con un vídeo:
26/05/2013
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