Hay estaba, tan tranquila, degustando su Chupa Chups más feliz que una perdiz. Lo chupaba y de vez en cuando intentaba morderlo un poco. Lástima que no tuviera paciencia y lo dejara antes de poder rechupetear y morder el palo que era una de mis delicias de pequeño. Lo torturaba tanto que de aquel bastoncito blanco quedaba sólo el recuerdo de lo que fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario