Otro de los sitios preferidos en el parque de juegos para June es la casa de colores. Le encanta entrar y asomarse por la ventana para llamarnos y provocarnos. Todo está a su tamaño, los asientos, la mesa, la puerta,… y a ella le chifla entrar y salir, siguiendo a otras niñas y repitiendo lo que hacen en silencio.
Primero le gusta rodear la casa dos o tres veces, sin prisa, repasando bien con su ropa todo el polvo de las paredes de su nuevo hogar. Las niñas más grandes siempre intentan entrar por los sitios más insospechados, unas por las ventanas, otras se suben por un lado del tejado y se dejan caer por el otro, para luego entrar por la ventana. Finalmente June entra y se sienta frente a las otras niñas, las mira y no las mira, ve lo que hacen, pero no dice nada, se esconde detrás de sí misma.
Busca en cierta forma que le hablen, que le digan algo. Pero son mayores, y para ellas, June es pequeña. No obstante June no se desespera, si ve que limpian la caseta de piedras que un grupo de niños han dejado tiradas, pues ella, a su manera, y sin molestar, recoge pequeñas piedrecitas que va dejando encima de la mesa.
Luego cuando se cansa vuelve a salir fuera, también llamada por la curiosidad de que las otras niñas también lo han hecho. Mientras June las busca, ellas se esconden para no ser vistas. Pobres ignoratnes, no conocen a June, con paciencia las acaba por encontrar.
Luego vuelve al interior y entonces nos busca a nosotros, que desde fuera la miramos con más de una sonrisa. Se siente feliz protegida en su nueva casita.
Nos llama. Se asoma. Intentando imitar a las niñas mayores. Por momentos parece que baila, eso sí, sin dejar de sonreír. Las otras niñas ya se han ido, pero no le hacen falta. Ella se basta y se sobra.
Viendo a June jugar en su casita de juguete, maldigo a aquellos que son capaces de quitarle un niño su techo por no poder pagar una hipoteca, sus sonrisas no tienen precio, ni perdón.
26/05/2013
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