miércoles, 13 de noviembre de 2013

Abuelo babysitter



Aquel día al abuelo le tocó llevar al parque de enfrente de casa a June. Más fue una orden que una devoción, se notaba mientras mascullaba entre dientes al salir de la mano de su nieta a los pocos metros que conducen al parque: —¡Despacio! ¡Despacio!— reclamaba el abuelo a una nieta con los ojos encendidos por llegar al columpio.


Con prontitud, gracias a la nieta, llegaron al parque. El día había aparcado un poco los fríos y dejaba estar con agrado. No obstante a June la habían mandado con todo el kit de invierno formado por gorra, bufanda y anorak. Le faltó tiempo para subirse al columpio y empezar a volar como un pajarito.


El abuelo siempre cerca y atento. Si podía ser con una mano en el bolsillo mejor. Empujaba a su ritmo, con su energía.


El problema era que lo que para uno era mucha fuerza, para la nieta era poca chica, y mientras June pedía más, el abuelo se encargaba que no pasara de unos límites razonables, aunque rozaba el límite de la precaución infantil.


June se lo pasaba en grande, yo le provocaba intentando que me diese con sus zapatillas, pero con tan poco empuje no llegaba. Le pedía más al abuelo para llegar, pero el abuelo no estaba dispuesto a entender que el columpio pudiera generar tanto esfuerzo físico.


Con las manos en los bolsillos controlaba la escena. Esa es la postura que más le gustaba al abuelo. Lastima que la nieta no pensase lo mismo.


Finalmente la discrepancia de opiniones se concretó en un abuelo que le quería explicar a un niño que hay que ir despacio, algo como descubrir el sentido de los agujeros negros. Era un diálogo mítico.

Os dejo con un vídeo que no tiene desperdicio y expresa muy bien lo que os he contado, no os perdáis la parte final cuando el abuelo saca el genio.



09/03/2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...